ChatGPT es un sistema de inteligencia artificial en forma de chat que está preparado para poder mantener conversaciones con nosotros. Entrenado a base de grande cantidades de textos, se ha hecho viral en los últimos meses porqué es una herramienta realmente sorprendente que es capaz de realizar cualquier acción relacionada con el lenguaje y dar respuesta a nuestras preguntas: nos puede responder consultas concretas de manera mucho más rápida que si lo buscásemos nosotros mismos en Google y con un cierto sentido de contexto que le permite seguir avanzando y manteniendo una conversación sobre el tema, pero también puede hacer cosas como explicarnos un chiste, inventarse un poema, un cuento o una canción, escribir líneas de código, hacer traducciones de textos o escribir artículos respetando la extensión que le pidamos. De hecho, desde su aparición se han creado muchos más proyectos que utilizan el mismo tipo de tecnología y que sirven para realizar tareas específicas, desde crear contenidos hasta fórmulas de Excel.
Así, como podéis haber deducido, se trata de una herramienta que facilita muchos tipos de tareas y por eso puede ser vista y juzgada desde perspectivas muy diferentes. En el caso del sector educativo, uno de los miedos que ha crecido alrededor de esta herramienta es el tipo de uso que pueden darle los alumnos y, ante la dificultad que tienen los docentes para detectar si un trabajo ha sido escrito por un alumno o por un sistema como ChatGPT, hace unos días leíamos que el Departamento de Educación de Nueva York ha decidido prohibir el uso de ChatGPT en las escuelas públicas y la semana pasada las universidades australianas también se pronunciaban sobre esta herramienta y anunciaban que están estudiando nuevas medidas para evitar plagios y un mal uso de la inteligencia artificial por parte de sus alumnos. Como siempre, hay opiniones de todo tipo y también hay una parte del sector educativo que no defiende esta prohibición, sino la necesidad de adaptarse a la existencia de estas herramientas y aprovecharlas para trabajar con los alumnos en el aula. En este sentido, también hay profesores que están explicando a través de las redes como están integrando ChatGPT en sus clases.
Educar en el uso responsable de la tecnología
La llegada de nuevas tecnologías siempre ha supuesto retos tanto en el ámbito educativo como en los diferentes sectores profesionales o directamente a nivel personal, ya que todo el mundo tiene que aprender a usarlas de manera adecuada. En el caso de la educación, el uso generalizado de Internet por parte de la mayoría de la población, la facilidad de acceso a grandes cantidades de información que ofrecen los buscadores como Google o la utilización de páginas que contienen resúmenes de información de temas concretos, como la Wikipedia, se han considerado como un peligro porqué son herramientas muy útiles pero primero es necesario concienciar a los alumnos (y toda la población) sobre su buen uso, sus ventajas y sus inconvenientes.
En el caso de ChatGPT, en primer lugar es importante remarcar que nos puede dar información inexacta y, como pasa con otras fuentes de información, es necesario verificar siempre los datos que obtenemos a través de la misma. Por lo tanto, aquí ya encontramos una primera fase en la que el alumno debería ser capaz de trabajar usando otras herramientas para comprobar y contrastar esta información, pero también para ampliarla y ser capaz de argumentarla utilizando sus propias palabras después de haber hecho sus propias reflexiones. Uno de los objetivos de la educación debería ser ayudar al alumnado a desarrollar un pensamiento crítico y trabajar sus habilidades para resolver problemas, de manera que si este tipo de herramientas dejan de estar disponibles en algún momento sean capaces de encontrar otras maneras de demostrar que han adquirido unas habilidades que les ayuden a encontrar soluciones y entender todo lo que han trabajado. Así pues, ChatGPT es una herramienta que tienen que aprender a dominar porqué existe y puede facilitarles muchas tareas, pero también tienen que ser capaces de prescindir de ella, del mismo modo que aunque existan las calculadoras los alumnos todavía tienen que aprender a realizar las operaciones de cálculo simples porqué son el paso previo a la adquisición de otros conocimientos más complejos y porqué para hacer un buen uso de la calculadora primero es necesario entender cómo funciona y qué tareas le podemos pedir.
Si se enseña a la población a hacer un uso crítico y responsable, la inteligencia artificial no debería ser un problema o una amenaza, sino una herramienta más de aprendizaje y de trabajo. A lo largo de la historia, la aparición de nuevas soluciones tecnológicas han provocado cierto rechazo por parte de las personas, que ven como su rol o las tareas que realizaban cambian y les plantean nuevos retos, pero cuando nos conseguimos adaptar y aprendemos a usarlas siempre sacamos lo más positivo de ellas y hemos entendido que la tecnología es una ayuda, pero en última instancia no nos hace prescindibles. La IA necesita a los humanos y en el caso de ChatGPT lo podemos ver a medida que mantenemos conversaciones con el chat porque se entrena y mejora sus resultados copiando, replicando y adaptando lo que le decimos las personas y los textos que derivan de estas conversaciones. Quien tiene la capacidad creadora actualmente son las personas y, por lo tanto, es necesario que los más jóvenes crezcan manteniendo esta capacidad de pensar, crear, mejorar e innovar a partir de sus propias ideas, ya que sin estas capacidades no habría progreso.
Entonces, ¿por qué se llega a situaciones de prohibición como las que hemos visto? Porqué también hay que entender que educar a la población en el uso de herramientas como la IA no es nada sencillo, especialmente si previamente no se han adquirido unos conocimientos de base sobre el funcionamiento de la tecnología y, por lo tanto, no somos capaces de entender cómo funciona. De hecho, uno de los motivos por los que estos avances tecnológicos pueden ser vistos inicialmente como una amenaza es la dificultad de integrarlos y reorganizar todo un sistema (en este caso, readaptar el sistema educativo) para añadirle una herramienta que cambia totalmente las necesidades de aprendizaje de los alumnos. En este sentido, aunque desde el Departamento de Educación de Nueva York es posible que no todo el mundo esté en contra del uso de ChatGPT, seguramente es más fácil prohibir esta herramienta en todas las escuelas que repensar la metodología utilizada hasta ahora, que va más allá de una decisión a nivel local, para poder integrarla. Además, también hay que tener en cuenta el miedo que generan siempre los cambios estructurales: al fin y al cabo, el sistema educativo no puede prever cuál será el uso de esta herramienta por parte de absolutamente todos los integrantes del propio sistema educativo (no solo los alumnos), del mismo modo que en un primer momento no puede tener claras todas las nuevas reglas y los nuevos métodos de control que será necesario aplicar, lo cual conlleva una reacción inicial de rechazo por esta dificultad de gestión.
Sin embargo, como hemos visto a lo largo de los años, este tipo de situaciones solo requieren de tiempo y aprendizaje para que todo el mundo se adapte a las nuevas circunstancias y desaparezca este rechazo inicial. El problema que está suponiendo la irrupción de ChatGPT en las escuelas es precisamente que ha entrado de manera abrupta y la mayoría de actores que forman todo el conjunto del sistema educativo no estaban preparados. Si seguimos avanzando en la educación sobre la tecnología y conseguimos que cada vez más personas sean capaces de entenderla y relacionarse con ella, la aparición de nuevas herramientas será cada vez más fácil de asumir y sabremos adaptarnos mejor y de manera más rápida a este tipo de situaciones.