La brecha de género en las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se sigue manteniendo en todo el mundo. A nivel universitario, las chicas representan un 35% del total de estudiantes matriculados en estas carreras: son un 15% de los graduados en ingeniería, un 19% de los que se gradúan en informática y un 38% de los estudiantes graduados en matemáticas.
Desde el año 2016, cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, un día que fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de conseguir un acceso igualitario a estos ámbitos por parte de las mujeres y las niñas, intentando así promover la igualdad de género a través de la participación de la mujer en el mundo científico y tecnológico.
A lo largo de la historia, son muchas las mujeres que han contribuido en distintos avances científicos y tecnológicos. En muchos casos, su trabajo ha sido invisibilizado durante muchos años, a pesar de que sus descubrimientos nos han conducido hasta donde estamos hoy. Aprovechando la celebración de este día, hoy conoceremos a seis mujeres muy importantes históricamente para la informática y el trabajo que realizaron durante los siglos XIX y XX.
Ada Lovelace
Si queremos empezar por el principio, sin duda tenemos que hacerlo con Ada Lovelace. Ada Byron o Ada Lovelace (1815-1852) fue la primera programadora de la historia de los ordenadores. La razón por la que es considerada como tal es que fue la primera persona en introducir un algoritmo codificado en una máquina que a día de hoy equivaldría a un ordenador. La máquina en cuestión, diseñada por el matemático inglés Charles Babbage, era una máquina analítica que había sido pensada solo para hacer cálculos numéricos, y fue Ada Lovelace quien se dio cuenta de que podía servir para muchas otras cosas y quien le introdujo información cifrada.
Nos situamos a mitad del siglo XIX y, en realidad, la historia de Ada Lovelace rompe con los estereotipos de género por todas partes: su padre era amante de las letras y la poesía, mientras que su madre era aficionada a las matemáticas, y como esta última quería alejarla de su padre y de todos sus gustos, se aseguró de que su hija recibiera la mejor formación en ciencia y matemáticas. Sin duda, toda esta formación acabó dando sus frutos y todos nosotros le debemos mucho.
Henrietta Swan Leavitt
Avanzamos unos cuentos años y saltamos a la segunda mitad del siglo XIX. Es el momento de hablar de Henrietta Swan Leavitt (1986-1921), que formó parte de «Las computadoras de Harvard», un grupo formado por cerca de un centenar de mujeres que trabajaban haciendo cálculos en el observatorio de la Universidad de Harvard a partir de la observación de las estrellas mediante fotografías de vidrio. Desgraciadamente, aún se desconoce el nombre de muchas de estas trabajadoras, pero lo que sí que sabemos es que una de las más destacadas fue Henrietta Swan Leavitt.
Mediante el estudio de unas placas de vidrio determinadas, la astrónoma Swan Levitt consiguió calcular una distancia en el espacio. Gracias a este descubrimiento se pudo establecer una escala de distancias y empezar a medir el universo. Y estos cálculos son los que años más tarde ayudaron al astrónomo Edwin Hubble a descubrir que existían otras galaxias más allá de la nuestra y algunos de los que hicieron posible el trabajo de Albert Einstein y su teoría general de la relatividad.
Grace Murray Hopper
Viajamos hasta los años 40 del siglo XX. Grace Hopper (1906-1992) fue una de las pioneras en ciencias de la computación. Se trata de una de las primeras programadoras del Mark I, un ordenador electromecánico construido en Harvard y que se basaba en la máquina analítica de Charles Babbage, aquella máquina para hacer cálculos matemáticos de la que hemos hablado en el apartado de Ada Lovelace.
Grace Hopper es especialmente conocida por ser la creadora del primer compilador de lenguajes, que es como un traductor entre el lenguaje de las personas y los lenguajes de programación, lo cual condujo hacia el desarrollo de COBOL, un lenguaje de programación diseñado para poder ser utilizado en cualquier ordenador. Este lenguaje no solo era universal, sino que tampoco era necesario tener conocimientos específicos de programación para usarlo debido a su alto nivel de compilación: utilizaba una sintaxis que se parecía mucho al inglés, en vez de utilizar símbolos más propios de un lenguaje de programación.
Hedy Lamarr
Hedy Kiesler Markey (1914-2000), más conocida como Hedy Lamarr, fue una actriz muy exitosa, pero también una gran inventora a quien debemos darle las gracias por haber hecho posible inventos como el Wi-Fi. Lamarr fue una de las inventoras de un sistema llamado el espectro ensanchado por salto de frecuencia, que es un sistema de codificación de las transmisiones.
Aunque sus inventores propusieron esta técnica al gobierno de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, finalmente no se aplicó hasta los años 60, también en el ámbito militar, para interceptar comunicaciones y detectar torpedos. Entre sus usos posteriores podemos destacar los sistemas de GPS, las transmisiones entre vehículos espaciales y la Tierra o nuestro querido Wi-Fi.
Jean E. Sammet
Avanzamos unos cuantos años para conocer a la matemática Jean E. Sammet (1928-2017). Aunque al principio no le gustaba la informática, poco a poco se fue introduciendo en este mundo y formó parte del grupo que desarrolló COBOL, el lenguaje universal del que hemos hablado antes gracias a Grace Hopper. Sin embargo, la razón por la que se la considera pionera de los lenguajes de programación y el hecho más destacable de toda su trayectoria es que fue la desarrolladora de FORMAC, el primer lenguaje de programación para la manipulación simbólica, que era una extensión del popular FORTRAN.
Mary Allen Wilkes
Cerramos esta lista con Mary Allen Wilkes, nacida en 1937 y considerada como la primera persona que utilizó un ordenador en su casa. Contrariamente al resto de mujeres de las que hemos hablado hoy, Mary Allen Wilkes no partía de una base científica o matemática; estudió Filosofia, pero precisamente por tenía una mente muy lógica y en aquella época se pudo adentrar fácilmente en el mundo de la informática.
Trabajó para el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde se dedicó a desarrollar un sistema operativo para LINC, el primer «miniordenador», un paso previo a los ordenadores que tenemos en casa (se podía colocar encima de una mesa) y un avance importante respecto a los grandes ordenadores de aquella época. Pudo llevarse ese ordenador a casa, lo que la convirtió en la primera usuaria de un ordenador privado. Años después decidió abandonar profesionalmente la informática y estudió Derecho para trabajar como abogada, que era lo que siempre había querido hacer.